Poema

“Coloquio bajo el laurel”

Quiero que me cultives, hijo mío,

en tu modo de estar con el mundo,

no para recordar lo que yo hice,

sino para ir haciendo.

Que las cosas que hagas lleven todas

tu estampa, tu manera y tu momento.

Y cultiva mi amor con tu conducta

y riega mi laurel con tus ejemplos.

Tú eres el hombre, hijo, de la hora esperada,

pero si has de creerme, la bondad es lo cierto,

y para poseerla, precisa ser valiente;

bondad es lo dulce del valor y el respeto.

Si alguien te pide tu sabiduría,

dásela, aunque se niegue a creer en tu credo;

si alguien te pide un pedazo de pan,

dáselo y no preguntes bajo qué tienda

va a comerlo;

si alguien te pide tu amistad,

dásela, aunque no piense como tu pensamiento;

si alguien te pide agua,

dásela y no preguntes si va a regar su huerto,

si va a calmar su sed, si va a lavar sus manos,

si va a ponerla en tierra para hacer un espejo.

Para el bueno, la idea tiene el ancho del mundo

y un pan es del tamaño del hambre del

hambriento.

Como si fueras de cristal,

realízate por dentro,

como si un mundo de miradas te estuviera

mirando,

como si el pueblo tuyo te tuviera de espejo

para que se peinaran sus hijos

la conciencia mirándote el corazón entero.

¡Ay, la Patria y sus niños!

Mientras hablo, hijo mío,

quiero besar a un niño de mi pueblo,

con el sol de mi tierra entre sus ojos

y el amor de mi madre entre mi beso.

La Verdad, sólo ella en tu conducta,

tan solo la Verdad en tu cerebro,

para que el corazón le quede algo

de las dulces mentiras que te enseño,

que en el profundo bosque son verdades

las fábulas del tigre y el conejo,

que el mundo tiene un pájaro que habla,

un agua de oro, el canto de un madero

y un corazón que marcha, sin mirar hacia atrás,

hasta llegar a ellos;

que ha de volver, sobre el caballo flaco,

con Sancho a su lado, el hondo caballero,

que el día es del trabajo y del amor la noche,

que no hay casa sin pan, que el hombre es

bueno,

que el pez navega por lo azul del agua

y el ave vuela por amor al viento.

Andrés Eloy Blanco
(Cumaná, 1896-México, 1955)