La crisis en el sistema educativo, acrecen­tada en los últimos tiempos, ha afectado más allá de las estructuras físicas, la ges­tión de procesos, la presencia de estu­diantes y docentes en las aulas; un elemento fun­damental para el desarrollo de la sociedad y el crecimiento armónico de un país, nos referimos a la firme convicción de que la educación es una condición fundamental para lograr los cambios necesarios que permitan transformar las condi­ciones de desigualdad generada por la pobreza de muchos y la riqueza de pocos.

Pareciera que estudiar es necesario solo para alfabetizarnos y contribuir a la socialización de los niños y adolescentes, pero en la medida que los estudiantes van creciendo la motivación por mantenerse en espacios educativos se va perdiendo. El sentido de lo que se enseña y se aprende no se vincula con las posibilidades de ampliar el conocimiento y las fronteras del saber y mucho menos con la inserción al mundo labo­ral que demanda nuevas competencias para un desempeño exitoso. Con frecuencia escuchamos a nuestros jóvenes manifestar que estudiar no vale la pena en este país, porque cursar una ca­rrera en educación universitaria y obtener un tí­tulo en ese nivel no les servirá para satisfacer sus necesidades más inmediatas y menos aún para construir un mejor futuro. Esto lo confirman las cifras de la Unesco al señalar que aproximada­mente 235 millones de estudiantes están inscri­tos en universidades pero, las tasas mundiales de inscripciones representan el 40%.

Si el rezago escolar producto del cierre de las escuelas ha impedido que los niños alcancen los aprendizajes adecuados a su edad, generan­do inclusive que sean incapaces de comprender los textos que leen, la realidad en la educación universitaria no es tan diferente. La ausencia de profesores en la educación media general y técnica tampoco ha permitido que muchos de los bachilleres que ingresan a cursar estudios universitarios continúen y logren culminar con éxito su carrera, generando así una mayor frus­tración. Sin embargo aún hay jóvenes que siguen apostando por su formación profesional.

La Educación Universitaria en Fe y Alegría encuentra su inspiración en el pensamiento del padre José María Vélaz y en su llamado a cre­cer como un llamado del Dios de la historia para contribuir con la liberación de su pueblo. En sus Cartas del Masparro nuestro fundador nos dice: “Siendo Fe y Alegría un movimiento educativo, tiene que pensar en la universidad, como la co­rona de sus iniciativas. No hay pueblo que pueda confiar la defensa de sus derechos y de su Dig­nidad Cívica y Cristiana a gentes, sin estudios superiores… pero no prepararemos un pueblo, capaz de regirse a sí mismo con talento y con acierto, si no equipamos a los mejores con las ar­mas del espíritu y de la técnica que nos ofrece la universidad” (Vélaz, 1980, pág. 50).

Por eso desde el año 1998 y siguiendo el im­pulso de la herencia de Vélaz, se inician los es­tudios universitarios con la creación del Institu­to Universitario Jesús Obrero en Los Flores de Catia, el mismo sector donde en el año 1955 los jóvenes universitarios fueron parte importante para impulsar el nacimiento de Fe y Alegría, al responder al llamado de esa realidad que vivían niños y jóvenes carentes de educación. Los estu­diantes de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) junto a Abraham, Patricia y José María entendieron que para sacar al pueblo de la po­breza había que sacarlos de la ignorancia. Esta experiencia fundante nos demuestra las posibili­dades que tienen los jóvenes de generar cambios y transformaciones cuando se enfrentan a situa­ciones que los retan y que tocan su sensibilidad como seres humanos.

Por eso hoy queremos compartir contigo en esta revista las experiencias de nuestros univer­sitarios: docentes y estudiantes que creen en la educación como una posibilidad de transforma­ción personal, profesional, comunitaria y social. El confinamiento vivido en el 2020 fue un exce­lente disparador de nuevos modos de concebir el acto de enseñar y promovió en los estudian­tes la búsqueda de diferentes mecanismos para desarrollar su aprendizaje. La vida universitaria cambió de rumbo y al volver a la presencialidad ya no puede ser la misma. Nuestros institutos universitarios tienen un gran reto: ofrecer una educación de calidad para que nuestros jóvenes recuperen su deseo de estudiar y formarse como personas y ciudadanos, que la educación pueda ayudarles a construir un futuro esperanzador.

Hoy dejamos en el dossier la propuesta de Antonio Pérez Esclarín para esa educación uni­versitaria necesaria y posible, como siempre un documento inspirador e iluminador sobre el cual podemos generar espacios de reflexión. Tenemos también unas reflexiones que nos re­cuerdan la importante de acercarnos a nuestras experiencias con un sentido crítico para recupe­rarlas y ofrecerlas como producto de un apren­dizaje que contribuye a fortalecer la producción del conocimiento como aporte de la dimensión de investigación propia de la educación univer­sitaria.  

Lo más importante son los aportes que, des­de la dimensión académica, hacen los docentes de las distintas carreras desde su práctica peda­gógica y cómo acercan el conocimiento que se produce en las aulas con el ambiente laboral, a través de las pasantías profesionales de los es­tudiantes. Un conocimiento que, desde ese mo­mento, deja aportes importantes en las empresas de los aliados que también se comprometen con una formación cónsona con el mundo laboral y los avances científicos y tecnológicos. De igual manera el trabajo que desde la carrera de educa­ción se hace para despertar la vocación docente en los jóvenes que serán los responsables de la formación de niñas, niños y jóvenes en nuestros centros educativos, para que sean capaces de formar sus manos, mente y corazón.

Como parte importante de la dimensión de extensión nos dejan sus experiencias, que no solo permiten el acercamiento de la universidad a la comunidad sino que contribuyen a desper­tar la sensibilidad de los estudiantes frente a la realidad que los rodea, tal como lo hizo Vélaz con los jóvenes de la UCAB, para portar soluciones a las situaciones problemáticas que viven los miembros de las comunidades cercanas. Aunque el desarrollo del Servicio Comunitario sea una obligación también genera espacios de forma­ción y crecimiento personal junto con las otras actividades que complementan la formación in­tegral de los estudiantes.

Un elemento que caracteriza a Fe y Alegría, nacida desde la fe y con una fuerte inspiración cristiana, lo constituyen las actividades de pas­toral, que son esenciales para la formación en valores y el cultivo de la espiritualidad. Los es­pacios de formación para los docentes y los alumnos están siempre presentes y con una alta valoración como rasgo distintivo con respecto a otras casas de estudios universitarios.

No podía faltar en nuestra revista la sesión He leído que nos acerca a la vida y obra de Jorge Cela y sus aportes a Fe y Alegría y en concreto a la Educación Popular. En nuestras Ideas para el aula damos pistas para desarrollar el trabajo diario para cualquier cátedra desde lo que en­contramos en la literatura especializada pero también desde la experiencia concreta.

Como siempre los animamos a leernos y a compartir con nosotros sus propias experiencias para un nuevo número de Movimiento Pedagó­gico.

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