Datos. Números. Conflictos. Pande­mia. Tapabocas. Confinamiento. De­jadez. Indiferencia. Angustia. Esta­dísticas. Virtualidad. Conectividad. Cuidado. Proyectos. Obstáculos. ¿Qué tanto ha cambiado nuestra forma de vivir? ¿Qué diferencia hay entre este ahora y el ayer? Un virus que destruyó nuestras certezas, seguri­dades y proyectos; para algunos, es el vacío que dejaron los que emigraron o fallecieron y sólo queda el silencio y los recuerdos como compa­ñía. Para muchos otros son las rutinas rotas, los planes y proyectos cancelados, el imperio de la inseguridad y la incertidumbre. Son los abrazos que no se dieron, las lágrimas mudas o gritadas ante el abandono y la injusticia,… ¿Dónde queda­ron las palabras que no se dijeron o las risas no compartidas? ¿Qué hacer por nuestros hijos y su futuro?

De acuerdo a la UNICEF (Mendoza, 2021) más de 600 millones de niños, niñas y adolescen­tes permanecen fuera de las aulas producto de la epidemia del Covid-19, que aún no ha sido con­trolada especialmente por el surgimiento de las diversas mutaciones, siendo la última la denomi­nada Ómicron. Esta situación se vuelve crítica dado que los países más ricos monopolizaron la compra de las vacunas y ya hablan de la necesi­dad no sólo de una tercera, sino de una cuarta do­sis, mientras que miles de millones de personas en el mundo esperan por la primera. ¿Haremos caso a las advertencias de Ayoade Olatunbosun- Alakija (2021), vocera de la Alianza Africana para la Entrega de Vacunas, que señala: “Lo que está sucediendo es inevitable y es el resultado de que el mundo no vacunó de manera equitativa, urgente y rápida… Hasta que todo el mundo no esté vacunado, nadie está seguro frente a esta pandemia,…”?.

Este panorama tan sombrío mantiene en una zozobra constante a todos los habitantes del pla­neta, pero es fundamental unir esfuerzos a nivel global para tratar de rescatar la vida y la espe­ranza ante la muerte.

En medio de estos tiempos de incertidumbre y miedo, nosotros optamos por celebrar hoy dos hechos importantes en Fe y Alegría: los 30 años de la creación del Centro de Formación e Inves­tigación Padre Joaquín (CFIPJ) y los 28 años de nuestra revista Movimiento Pedagógico. Por ello, este número pretende ser nuestro regalo para revivir, desde otra perspectiva, aquel “Atrevá­monos” que exclamaba el padre Vélaz.

Tanto el CFIPJ como la revista surgieron como respuesta a tres momentos históricos: el recuer­do permanente del vil asesinato en 1989 del pa­dre Joaquín López S.J. fundador y director de Fe y Alegría en El Salvador, además de otros cinco compañeros jesuitas y dos mujeres de servicio. Junto a este hecho, buscamos responder a la necesidad de coordinar los procesos pedagógicos que se desarrollaban en Fe y Alegría y transfor­mar el sencillo material diseñado para los do­centes (“Proceso formativo”) en una verdadera revista “de maestros para maestros” que se con­virtió en el medio idóneo para la formación per­manente de los educadores y la divulgación de la propuesta educativa, las experiencias y labor que se desarrollaban en los distintos programas de Fe y Alegría.

Muchos han sido los obstáculos que hemos enfrentado, pero logramos superarlos y mante­ner en alto la bandera de la Educación Popular y nuestro Ideario. Hoy, cuando las dificultades arrecian y resulta cada vez más difícil conseguir personal calificado y comprometido, pues mu­chos han abandonado la educación porque sus sueldos de miseria no les permiten vivir, renova­mos nuestro compromiso educativo porque se­guimos creyendo en las capacidades de nuestra gente, en su constancia y en su fe. Los propios problemas y dificultades refuerzan nuestro com­promiso porque estamos convencidos de que la educación es el medio esencial para cambiar las condiciones de injusticia y desigualdad existen­tes.

José María Vélaz S.J. en su testamento espiri­tual, expresó sus anhelos de “que esta chispa lle­gue a incendio” refiriéndose al inicio humilde en el cual fueron surgiendo las diversas escuelas de Fe y Alegría en todo el territorio nacional, por el deseo de brindar educación a los más necesita­dos. Lo que nació del gesto sencillo de Abraham Reyes y Patricia, su esposa, al regalar su humil­de vivienda y convertirla en la primera escuela del Movimiento, trascendió enseguida con gran fuerza y vitalidad tanto en el tiempo como en el espacio y se hizo incendio: de Venezuela se sem­bró pujante en casi toda América Latina, llegó a África, España, e Italia; y hace unos días, el cora­zón de Fe y Alegría empezó a latir en una escue­lita de Nepal, al pie de las grandes montañas de Asia, en lo que estamos seguros se convertirá en un pujante proyecto educativo al servicio de las poblaciones más vulnerables.

Como si estuviera pensando en Fe y Alegría, por esos días, un gran poeta popular cantó: “¿con una pequeña llama/ yo puedo hacer un gran fuego?/ Seguro, puedes hacerlo/ pero antes junta la leña/ tienes que juntar la leña…”. Esa leña es la educa­ción, pero, no puede ser cualquier educación, debe ser una educación de calidad, “preñada” de valores, de significados, de vida, por la que debe­mos seguir trabajando con renovados bríos.

Si bien la implementación de la modalidad de educación a distancia fue la respuesta inmedia­ta ante la suspensión de clases presenciales en nuestro país y ayudó a garantizar un mínimo de educación, debemos reconocer que no ha permi­tido -en gran parte por la precariedad de las con­diciones tecnológicas-, ni el desarrollo de com­petencias ni la adquisición de los conocimientos y valores esenciales por parte de los estudiantes. En estos dos últimos meses se intentó reiniciar las actividades educativas de modo presencial en los diversos niveles, pero no se logró como se esperaba debido al gran ausentismo escolar. Ante esta realidad y las condiciones tan preca­rias tanto de los docenes como de los alumnos y sus familiares debemos preguntarnos con valor: ¿mantener el sistema mixto de clases se­mipresenciales y clases a distancia servirá para al menos garantizar los conocimientos y actitu­des esenciales e insertarse en la sociedad de un modo digno, productivo y solidario?; ¿estamos asumiendo la necesidad de reflexionar a fondo sobre nuestras prácticas educativas para res­ponder con mayor eficacia a la situación actual? ¿Somos conscientes de la necesidad de concebir nuestro trabajo docente desde otra perspectiva?, ¿tenemos un plan de recuperación para atender a los que han quedado rezagados e incluso bus­car a los que desertaron, que ayude a mejorar los conocimientos en los estudiantes? ¿Cómo ayudaremos a vencer el temor al contagio del Covid-19 y sus variantes? ¿Cómo exigir un trato digno a los educadores que siguen resistiendo en condiciones tan deplorables, de tal modo que la sociedad valore su heroísmo y entrega?

Diversas situaciones apremian el retorno a clases presenciales, aunque al mismo tiempo también lo dificultan; entre ellas, las condiciones socio-económicas de las familias y los docentes. Sin embargo, es evidente que, al estar alejados de las aulas, los niños, niñas y adolescentes co­rren mayor riesgo de convertirse en parte de la estadística de deserción escolar, delincuencia, asesinatos, narcotráfico, prostitución, embarazo adolescente y violencia, entre otras. Por ello es indispensable diseñar un plan de recuperación que nos permita trabajar en el aula partiendo de las necesidades e intereses de nuestros estu­diantes, detectando sus conocimientos, fortale­zas y debilidades, sus realidades familiares, sus actitudes, entre otros aspectos. En este sentido cumple un papel muy importante el diagnóstico que realicemos de manera que, basándonos en la información obtenida, planifiquemos un proce­so educativo realmente significativo, vivencial y dinámico para atraer a nuestros estudiantes a la escuela y enamorarlos nuevamente del aprender a aprender.

Luisa Pernalete suele señalar en muchos de sus artículos la necesidad de “ver las velitas en medio del apagón” para subrayar el esfuerzo, re­siliencia y solidaridad que aún existe en nuestro pueblo, y que son los que deben alimentar la es­peranza. Nosotros, desde el CFIPJ y desde nues­tra revista Movimiento Pedagógico, consideramos fundamental “cuidar el cirio porque la procesión es larga”, es decir, seguir apoyando y proponien­do proyectos y acciones orientados a mejorar la calidad de la educación que brindamos en Fe y Alegría.

Para este número aniversario de Movimiento Pedagógico hemos seleccionado algunos artícu­los ya publicados pero que tienen una gran vi­gencia, que alimentarán la reflexión oportuna y necesaria de nuestras prácticas. Entre los textos seleccionados resulta interesante leer el de A. Pérez Esclarín, que nos cuenta el origen del CFIPJ. Rico e iluminador es el de Beatriz García con su propuesta para realizar el diagnóstico de aula. Siempre nos resulta sencilla y fresca la lectura de “Una mochila de herramientas para la paz”, y ese llamamiento permanente de Luisa Pernalete en pro de la inclusión e igualdad. Beatriz Borjas nos insiste en la necesidad de sistematizar las expe­riencias como una estrategia para analizar y eva­luar nuestra practica pedagógica. Posiblemente nos sorprenderá el contenido del Dossier, que describe la manera certera en la cual se insertan tanto el trabajo del CFIPJ como “Movimiento Pe­dagógico” en la dinámica de Fe y Alegría, en pro de procesos de enriquecimiento institucional.

En la sección “Experiencias” tendremos la oportunidad de leer seis sistematizaciones, cada una de las cuales nació de las inquietudes ante una situación conflictiva: el trabajo con repre­sentantes, la resolución de conflictos, una estra­tegia innovadora con la lectura y escritura, algu­nas alternativas para el tiempo libre; el trabajo en grupo de docentes y la evaluación.

El recordar el camino andado, el volver la vista atrás, debe servirnos de estímulo para afianzar nuestro Movimiento tras las huellas del Maes­tro de Maestros, Jesús, Camino, Verdad y Vida; Camino Verdadero a la Vida; Camino a la Vida Verdadera. Solo así haremos camino sólido al andar y la senda recorrida nos impulsará a abrir caminos nuevos en estos tiempos tan difíciles y por ello mismo, tan preñados de retos y de opor­tunidades.

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